Cada quien siguió con su vida,
ella (como era más que de suponerse), siguió con su vida habitual, camino por
las mismas calles, charlo con las mismas personas y no cambio nada en lo
absoluto, sin embargo, él, perdió algo aquel día, dejo de caminar por las
calles, y también dejo de charlar con las personas, porque a cada esquina que
él doblaba era un leve recuerdo de su amada, cada árbol, cada acera, cada parque
y cada escuela, cada persona que algo le preguntaba, sin pedirlo ni implorarlo,
un recuerdo le lanzaba, y para evitar esta gran tención, se encerró, solo en su
habitación, sólo salía a la escuela y por meses el hombre así vivió. La mujer no
pensó en él por ningún momento, si alguna vez lo quiso intentar, suprimió al
instante ese sentimiento, él en su vida no tenía cabida, nunca dijo por qué lo
abandonaba, solamente informo que se marchaba, el muchacho nunca supo a qué
razón se debió, simplemente cerró los ojos y lloró. La chica dijo tengo
miedo, de inmediato el hombre contesto ¿A
caso crees que yo no? Sus corazones palpitaron a diez mil revoluciones, la
mujer simplemente movió su cabeza y le dijo tu compañía no me interesa.
[…] Entonces él la miro. Su dulce doncella tenía una mirada realmente bella, él pensó “ojos de esmeralda y oro, ojos que en verdad añoro, miradme una vez os imploro” bajo un poco la mirada y entonces encontró su boca, la más linda y hermosa, el labio superior tenia forma como de eme, lo cual era muy entretenido de ver, estaba perfectamente delineado por una ligera franja un poco más obscura que el resto del labio, la cual guardaba en su interior un hermoso rosa pálido, a esa distancia se podían observar las marcas de sus labios, unas pequeñas grietas lo hacían más y más auténtico, más intrigante, más deseable, el centro del labio era la parte más gruesa y poco a poco se fundía con el resto de su rostro, el cual podía petrificar a cualquiera que lo viera, pues sin lugar a dudas era tan hermoso que nadie daba cabida a lo que sus ojos veían, mejillas esculpidas como por Miguel Ángel, una nariz de forma y tamaño impecable, pequeñas orejitas que giraban hasta convertirse en oídos, los cuales eran muy atentos cuando alguien le hablaba, cabello cayendo por el costado de su cuello como cae el agua por una catarata, ondulando el viento a su alrededor y robándole el brillo al mismo sol, su figura entera resplandecía con mayor fuerza cuando su cuerpo se encontraba fuera, el sol o la luna le daban un aspecto que él jamás vio en ninguna, y claro está que bella dama no tenía comparación alguna, porque está más que comprobado, que cada mujer es la más hermosa cuando la ven los ojos de su amado.
Ella de pronto lo miro, no vio
nada fuera de lo normal, cabello despeinado a la altura de los ojos, ceja poco
poblada, ojos café claro, estatura promedio, ropas holgadas, orejas pequeñas, zapatos
sucios, en fin, nada fuera de lo normal, pero algo si había quedado claro, algo
que todos vimos en su mirada, sin duda alguna, ella no lo amaba. […]